Diario de la erupción del San Juan, narrado por Carlo

Hoy es el 2 de julio de 1949

El tío Gregorio había vuelto a la mañana temprano. Había pasado la noche en su barca en Tazacorte y tía Almodena hizo una escena, como diría mi madre. Justamente hoy, en un día festivo tan importante como es el de la patrona de Los Llanos, la deja sola ¡cuando todos van a la iglesia y a la procesión! Y ahí estaban sentadas, las damas con sus vestidos negros de fiesta. De alguna manera la abuela también había vestido a Ana, ella se parecía realmente adulta, eso era la idea. Madre había intentado varias veces obligarme a poner la camisa blanca y los pantalones buenos pero yo estaba allí indeciso, porque del abuelo y del tío Gregorio llegaban a mis oídos fragmentos de conversación que tenían poco que ver con los grandes ruegos a la Virgen de los Remedios, sino más con las nasas que tenían que ser encarnadas. Y aparte de eso la vida aquí en el campo es demasiado insegura. "Lo mejor es un cráneo de caballo", dijo el tío Gregorio y el abuelo apenas podía contener su entusiasmo ante esa historia que lo tenía en la raya. "Y si lo dejas pudrir y lo sumerges después se llena todo. Ellos se comen el cráneo y ¡no se dan cuenta cuando los pescan!"

El suelo comenzó a temblar otra vez y se desplazó hacia un lado. Todo se detuvo. Sobre la cumbre, con el movimiento, flameaba la columna de humo de aquí para allá. Desde ayer nada estuvo quieto en La Palma, y yo tuve que ir con las mujeres a la procesión.

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Traducido del Alemán al Español por Silvina Masa