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Diario de la erupción del San Juan, narrado por Carlo


              


Hoy es el 1 de julio de 1949

En casa, en Los Llanos, hablé sin parar, conté todo. También hablé de Rubens, que es extranjero y a pesar de ello sabe tanto de volcanes y montañas, tanto, que incluso hasta la Guardia Civil hizo lo que él dijo. Al abuelo Manuel no le parecía nada bien, "estos extranjeros siempre hacen mucha confusión, ves, apenas aparece uno, ya erupciona el volcán. Yo me no acuerdo de haber vivido una locura semejante ni que tampoco mi padre haya contado algo así. Los soldados pululan por todas partes, pero ¿qué quieren?" - refunfuñó para sí mismo y yo pensé que el abuelo era muy diferente de Rubens. "Yo me llevo a los muchachos" gritó el abuelo hacia donde estaba madre, que estaba con la abuela y la tía Almodena alisando paja. "Él no tiene que estar andando siempre por las montañas con esos locos" A mí me pareció que el abuelo no tenía razón.

Un soldado que apareció a la vuelta de la esquina de la casa de Las Manchas y me asustó. El abuelo protestó y le puso en la mano un vaso de vino. Su bodega era grande. Estaba en la cuesta y una parte de ella en la cueva. A la derecha y a la izquierda se almacenaban los barriles. "Estos dos son de Thea", se apuraba a decir cuando alguien se fijaba, "y aquí, esto es de la península, en realidad de Inglaterra," lo último, digamos que lo murmuraba como si en realidad no correspondiera. "Carlo, la col necesita agua, ¡vamos, empieza! Pero yo me fui a hurtadillas y salí corriendo por el camino cuesta arriba. En lo de Julio no había nadie. Era como si estuviera creciendo una separación de mi vida aquí arriba. Las cosas me eran extrañas. Fui salticando el camino hacia abajo de piedra en piedra, como siempre lo hacíamos. Las piedras ya no eran como las de hacía unos días.

El abuelo regaba mesuradamente su sembrado de col y yo, sin decir nada, yo iba a la cisterna a buscar cubo tras cubo. "Está todo mal -cavilaba para sí. "¡Estamos desperdiciando el agua!" - El suelo recibió un porrazo sin mas ni más. Por un momento se me quedó la mente en blanco, yo no estaba allí, y me caí sobre el cubo de agua. Una mano me pasó por la cara y chasqueó fuertemente. "Abuelo" gemí y traté de extender un brazo hacia él, unos pocos metros hacia a donde él había caído.

Todo lo llenaba un crujido crepitoso, luego llegó desde la tierra esa especie de sonido sordo e interno y salió de la montaña un retumbar que lo inundó todo. Traté de agarrarme de lo que pude y repentinamente pegué un salto. Y ahí estaba yo observando como temblaba todo. Polvo, polvo, polvo por todos lados cubriendo el terreno, todo llano - ¿dónde estaba el terreno? Sobre el polvo se tambaleaba la corona del Campanario y lentamente se disipó una gran cima que se despendió hacia abajo. Recién mucho después oí el murmurar, mis oídos lo habían escuchado pero mi cabeza no estaba allí.

"¿Cómo estás?" Me había agarrado el abuelo. "¿Tienes algo?" Quizás hayan sido segundos pero me pareció que el tiempo se había parado y me escuché desde lejos decir "¡qué bien que te has llevado tus cerdos!"

Fuimos juntos a la bodega. Todavía veo la imagen claramente. Todos los barriles estaban volcados hacia un lado pero estaban tumbados hacia arriba y todo olía a vino.

El sismo del 1 de julio fue, hasta ahora, el más fuerte de los acontecimientos del San Juan. Hubo que registrar muchos daños a muros y a techos. En muchas bodegas estaban los barriles tirados por el suelo y más de una cisterna rota. En los Llanos hubo daños considerables. El sismo se sintió en toda La Palma y asustó a muchas personas, también a aquellas en Santa Cruz y en el norte.

¡Y todavía iba a ponerse peor!

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Rocas de los Campanarios

Traducido del Alemán al Español por Silvina Masa


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