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Diario de la erupción del San Juan, narrado por Carlo


              


San Juan, 59 años después

La Grieta

"No estoy muy seguro", escuchamos la voz de Francisco desde los velos de niebla. Me puso otro jersey más. En algún lugar por debajo escuchamos un chasquido, luego volvió a aparecer Francisco. "Mejor esperen aquí hasta que aclare", y enseguida desapareció. Francisco era cazador y una cabra. Era el mayor de los hijos de Antonio y conocía la montaña como la palma de su mano.

Julio y yo nos encontramos en La Palma. Queríamos acariciar otra vez los viejos tiempos, y para eso también había que hacer algunas excursiones. Esa mañana nos encontramos en el bar de San Nicolás, y al rato Francisco nos recogió con su Landrower. "No es tiempo de montaña" manifestamos coincidiendo. El viento soplaba hacia arriba y allí en lo alto había nubes. Como siempre Julio era el responsable del bienestar físico y tenía guardada una prometedora bolsa de plástico, no hay que olvidar el palo imprescindible con la punta de acero, un instrumento universal de un metro cincuenta de largo. A mí me correspondía la parte "científica" y como guía de la expedición, la responsabilidad, también por el tiempo, lo que escuchaba con frecuencia. Julio llamaban a Francisco solamente Chico, quien pertenecía con sus 35 años a los palmeros felices, para quienes La Palma es el ombligo del universo. Para vivir sólo se necesita la naturaleza, bueno, dinero también, pero eso no es tan importante. "El muchacho conoce allá arriba todo tan bien como yo", dijo Antonio, cuya piernas lo caracterizaban por los años. No, la vuelta ya no lo puede hacer más con nosotros, ¡eso era antes!

De la calle para El Paso sale el camino Cabeza de Vaca. Él está, exceptuando algunas partes, en buenas condiciones. Incluso se han asfaltado algunos sitios para los bomberos, no obstante no es recomendable para un vehículo alquilado. En realidad no es un atajo del camino a la montaña, sino más bien un nostálgico efecto secundario de nuestra excursión, entonces después nos encontrábamos otra vez en la calle sobre el monte y antes del refugio giramos a la derecha en la pista sin salida, que seguimos hasta el final. A mano derecha se encuentra la montaña del Gallo, que es reconocible gracias a su cima boscosa y a mano izquierda se ubica la pendiente del macizo Birigoyo. Llovía un poco, y nos sorprendimos de dos caminantes, que evidentemente venían trote del Refugio. Y bueno, no todos tienen un Landrower. Más arriba continúa el camino alrededor dela montaña, hacia el este, y aquí finaliza la traqueteada excursión.

Hacía un frío que pelaba, y yo era el responsable del tiempo, me di cuenta que no llovía más y que pronto habría perspectivas de mejora. Julio se acordó del "bienestar físico" y desistió, mientras tanto yo tenía que cargar con el equipo "científico" y encima con la bolsa de almendras, pasas de uvas e higos, que Ingrid me había puesto en la mañana. ¡Ustedes precisan algo así allá arriba!

Unos cien metros acompañamos al gastado camino a los volcanes, luego Francisco giró a la derecha. El terreno es bien llano y ligeramente deprimido. Apenas existían indicios, y los recuerdos de mis antiguas excursiones se habían desvanecidos. Pero se recomienda al excursionista una formación rocosa a la derecha del camino, un espiral que salta a la vista. Si halló esto, debe volver hasta llegar el terreno llano.

Un rayo de sol se disipó en los vapores. Francisco hacía señas algo por debajo. "¿Es allí?" - ¡Sí, ven para abajo!"

Después de unas trepadas estábamos entre los bloques. Aquí es recomendable que el excursionista, durante su ascenso, dirija la mirada hacia los "surcos" que correr transversalmente, o sea de derecha a izquierda, y luego reconocerá repentinamente una muestra y puede seguir la grieta. Nos decidimos a ir primero en dirección norte. Aquí hay unos lugares muy significantes, donde las zonas basálticas han sido desgarradas. La distancia entre los dos cantos no es grande, quizás un metro. Algunas marcas que sólo el ejercitado ojo reconoce, testigo del interés científico. La grieta se pierde por momentos, a veces se va hacia abajo por una hondonada, pero luego reaparece por la otra parte. El Barranco de los Cubos limita a la grieta en al norte. Completamente de modo nada sensacional finaliza en la quebrada gigante, que se encuentra por encima de los Llanos del Banco, del que en 1949 brotó lava. Aquí, en el borde del barranco, se requiere la más extraordinaria precaución, porque el canto es inestable y siempre se están quebrando partes.

En este punto, nos decidimos a empezar la verdadera expedición. El saber de Antonio es notable, él estuvo en 1949 acá arriba y vivió las erupciones desde la proximidad más próxima. En cierto modo sus advertencias nos ayudaron en algunas ocasiones a hacernos una cuadro del desarrollo de la erupción hasta la situación actual. La literatura científica no se ocupa de las fumarolas. Al contrario, ¡son negadas! ¡Pero si las hubo! El que siga el punto de fuga de la grieta en dirección al Duraznero va a encontrar en algunos sitios, aún hoy, unos agujeros muy reconocibles, que son habitados por conejos, no muy grandes, quizás tengan unos 50 cm de ancho. Pero estos hoyos tienen, o mejor dicho, tenían algo: antes de que el San Juan hiciera erupción en los Llanos del Banco, ¡expulsaban los gases para afuera! Es decir, en varios lugares en el transcurso de la grieta. Fue en ese entonces la observación "preeruptiva" que hizo posible advertir a la población de la localización de la prevista erupción.

En la parte superior se ensancha la notable fosa y se distribuye en varios hundimientos que corren paralelos. En este punto se desmoronó la montaña, la distancia entre las formaciones de rocas mide hasta los 30 metros, y en aquellos tiempos era reconocible como una unidad. En el canto hay algunos viejos pinos, los cuales, en el verdadero sentido de la palabra, se había desgarrado el suelo bajo los "pies". Aquí, en el extremo superior del Barranco de Tamanca pasa la grieta a la derecha en el barranco y a la izquierda bajo los Llanos del Agua. No obstante no es más o sólo evidente al ojo entrenado. En el tiempo de las erupciones del San Juan, el volcán había partido la llanura. Suponemos que la montaña se desgarró hasta unos 400 metros de profundidad cuando la lava saltó libremente buscando su camino desde la chimenea del Duraznero hasta el Llano del banco.

En esta ocasión caminamos nuevamente sobre el Llano del Agua hasta el Ojo del Agua al pie del Hoyo Negro. Aquí, como indica su nombre, había antiguamente un pequeño lago, que hoy es más bien un charco y no drena más sobre los Llanos del Agua, sino en la grieta y desagua en el Barranco de Tamanca. Lo que llama la atención es la escasa vegetación. Solamente perseveran unos arbustos débiles de mata aislados, y se habían extinguido algunos pinos. Francisco contó que el llano, en particular, durante los últimos años se había ampliado. Lo valoramos como una advertencia de un fondo inquieto.

Desde aquí el caminante tiene una buena vista sobre el enorme cráter del Hoyo Negro, que se hunde cuando él asciende tomando el camino al sur del terraplén. La visión también encuentra aquí el terraplén oeste más bajo, desde el cual, en 1949, unos osados científicos echaron un vistazo en el infierno. Para nosotros este volcán es más conocido bajo el nombre de Boca de la Tierra o Boca del Polvo porque lanzaba hacia arriba gran cantidad de polvo basáltico, en otro lugares es el material principal para la temida avalancha de barro. En algunos lugares se ve la sedimentación de este polvo fino, una sustancia peligrosa cuando se mezcla con agua en el interior de la montaña. Nos detuvimos en el borde norte del Duraznero. La bolsa con higos, almendras y pasas de uva dio una vuelta. El viento soplaba todavía con fuerza desde el oeste. Algunos caminantes duros llegaron por el camino, y Julio no se perdió ninguna oportunidad para elogiar muchachas en nombre de Francisco porque él todavía estaba disponible y conocía lugares escondidos. Por suerte que las damas no entendieron y dijeron amigablemente: Hola.

Debo confesar que entretanto me dolían las rodillas cuando llegamos al coche y con la bolsa de plástico llena de suntuosidades y me recosté sobre las agujas de pinos. Los bocadillos se prepararon rápido: con sardinas, atún, huevos duros, salchichón, queso blanco y unos vasos de vino del monte, del Canal de Habana por debajo de los Llanos del Banco.

"Sí, sí, el volcán no es predecible. La gente piensa que el Birigoyo erupciona." Julio asintió con la cabeza hacia el costado y sirvió una ronda de vino. "Vivimos un tiempo de mucha actividad. ¡¿Quién en su vida ya a presenciado dos erupciones?! Normalmente transcurren cientos de años entre las erupciones y nosotros vivimos dos, entontes, por qué no tres. Yo no creo en la gran erupción. Será como en la Cumbre Nueva, pero más pequeña, y el Gallo va a permanecer derecho como el Banjenado. La erupción va hasta el Llano del Banco y no va a ser más profunda. ¡Ustedes, científicos son todos especuladores! ¡Vamos!"

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La Grieta

Mientras Carlo nos cuenta sus aventuras del San Juan, por las tardes giro la "Webcam" en dirección Cumbre Vieja, donde todo esto succedio.

Traducido del Alemán al Español por Silvina Masa


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