Diario de la erupción del San Juan, narrado por Carlo |
Hoy es el 19 de julio de 1949
En los últimos días Rubens se había quedado en el Llano del Banco, sobre el que se había formado un embalse de considerable dimensión. Hasta ahora no se había llegado a la temida apertura del lago en su parte noroeste debido a que a mayor distancia de los bordes con la zona de erupciones, éstos se enfriaban más rápidamente. A consecuencia de ello crecía hacia afuera el movimiento de las olas en la superficie del lago. En los últimos días la grieta se había ensanchado hacia arriba y dejó con una reacción latente un indescriptible torrente en el lago, sobre el cual la lava rompía en los cantos. Las masas salientes eran tan violentas que temblando y saltando llenaron la grieta, y no era posible reconocer donde estaba el escape.
Rubens estaba otra vez capturado por su pasión y sacaba sin parar debajo de un escudo pruebas del remolino. Él había instruido a Ramón para caracterizar y observar las pruebas. Cuando Ramón dejó brevemente vagar la mirada por la pendiente, retumbó su grito desproporcionado, que casi por poco perdió su autocontrol "¡Rubens, Rubens!" - Esa voz no le dio ningún tiempo de reacción. Volvió a saltar sobre el conocido camino, tiró lejos el escudo y la vara, y en segundos estaba con Ramón. "¡Mira! Empujó a Ramón hacia adelante y levantó el brazo hacia la montaña, donde la pendiente daba vueltas hacia afuera, se deshizo en sí por su inestabilidad y rompió por debajo de la lava burbujeante. Una solitaria pared desmoronante se tambaleaba hacia adelante cayendo en la profundidad.
Ambos retrocedieron algunos pasos y vieron los dolores de parto de la montaña.
Una grieta se movió, cayeron piedras, luego se abrió la chimenea y un primer riachuelo salió de la abertura. Ramón sintió nuevamente ese vibrar y estremecerse. Se rompió el mundo interior, se liberó después de millones de años para su nueva existencia. Luego brotó el primer montón de lava y unos respiros más tardes se reunía la nueva corriente con la antigua del lago.
Rubens y Ramón sintieron en su rostro esa función de la naturaleza que sólo pocos ojos la merecieron, como elegidos, como bendecidos por la montaña. El volcán le había mostrado toda su sublimidad y el conocimiento de la posesión de su mundo, su Yo reflejado en sus sentidos.
Debía ser la última chimenea en la grieta del Llano del Banco, unos cien metros más alto que donde estaba situada la primera erupción.
Mientras Carlo nos cuenta sus aventuras del San Juan, por las tardes giro la "Webcam" en dirección Cumbre Vieja, donde todo esto succedio.
Traducido del Alemán al Español por Silvina Masa