Diario de la erupción del San Juan, narrado por Carlo |
Hoy es el 6 de julio de 1949
En la parte norte de la montaña Magdalena Rubens tenía su "base". Aquí los centinelas notificaban sus resultados. Pablo se había unido al grupo de Rubens pero siempre había peleas. De Tenerife vinieron dos estudiantes, como ellos se hacían llamar. Rubens les había aclarado que ellos no debían vivir a costa suya, sino de la de Pablo. Eso no favoreció a la armonía necesaria, por consiguiente, Pablo se había mudado a la parte este para fundamentar su nueva tesis.
Ramón era como un asistente personal para Rubens. Él resolvía todo y su madre, en esos pocos días, se tuvo que acostumbrar a que su muchacho ya era un adulto. En efecto, Ramón se había ganado toda la confianza del extraño inglés, quien incluso veía cuando una piedra se movía y le explicaba por qué eso había ocurrido. El padre de Ramón era el contacto permanente con el mundo exterior y era quien proporcionaba los "científicos", a lo cual, él hacía trabajar a Francisco con sus viajes de cal a cambio del buen dinero de Rubens.
Por su parte, Rubens había despertado de tal manera el talento natural que tenía Ramón por todos los acontecimientos de la montaña, que podía confiar en las observaciones, e incluso recibía variadas informaciones que él podía seguir investigando.
El volcán había reducido algo sus actividades, el número de erupciones había disminuido pero no habían perdido intensidad. La nube gigante que estaba sobre La Palma se desplazó más hacia el oeste. Algunos soldados se presentaron voluntariamente para la observación, y Rubens recibía informes continuamente. Él mandó a observar cada metro de la cresta, principalmente las zanjas al este, por encima del Nambroque, a pesar de que Pablo efectuaba aquí sus exploraciones. En cambio, en la parte oeste él había apuntado las grietas de la zona en un mapa que Ramón llevaba consigo para anotar las modificaciones.
"¡Hay fumarolas! Jadeó Ramón. Rubens apartó la mirada del boceto que un soldado le había mostrado. "¿Dónde?" - "Aquí, por debajo del barranco. - Rubens se alzó lentamente. "Pues, vayamos y veamos." Ellos ya conocían los caminos y llegaron al lugar rápidamente. Ramón pasó la mano sobre la grava y dio una patada a un montón de piedras que él había amontonado. "¡Aquí, está caliente!" - "¡Ten cuidado, que no te entre a la nariz!" - "¡Ya lo sé! Rubens andaba por ese lugar a tientas y sacó rápidamente la mano. "Tiene que haber más de esto, pero una es suficiente, ¡vamos!" Bajaron velozmente la montaña. Había otro fuerte sismo y del volcán llegaba el retumbar de una nueva erupción. "Ve, Ramón, ¡viene la lava! Y está saliendo para arriba, por aquí, a través de las grietas. ¡La superficie del volcán es sólo una válvula para los gases que hasta ahora estaban atrapados en el interior de la tierra!" - "¿Pero por qué humea de esa manera? quiso saber Ramón. - "Esto no es humo como el del fuego, es polvo, el polvo más fino. Allí, en la profundidad, disparan los gases hacia arriba, ellos son cálidos y deshacen todo en su camino hacia arriba, en polvo y en otros gases. Ves, esto sucede tan rápido que el agua - y allí abajo está todo lleno de agua - no tiene ni siquiera tiempo de evaporarse si la corriente de gas la arrastra. Se convierte en gas que se expande como en una explosión y el mineral se pulveriza. ¡Más tarde eso se dispara al aire y produce ese ruido!"
Las zanjas al norte del Fraile no mostraban ninguna fumarolas, en cambio, en la región de la cresta el escape de gas se había intensificado. Rubens dedujo que una cresta de magma se estaba desplazando hacia el noroeste. Él sostenía que era probable otra erupción al norte del Fraile y ordenó a los observadores que regresaran a La Barquita.
Mientras Carlo nos cuenta sus aventuras del San Juan, por las tardes giro la "Webcam" en dirección Cumbre Vieja, donde todo esto succedio.
Traducido del Alemán al Español por Silvina Masa