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Diario de la erupción del San Juan, narrado por Carlo


              


Hoy es el 8 de julio de 1949

El grupo se había acomodado en lo alto, al sur de los Llanos del Banco. Espontáneamente Francisco decidió que los acompañaba. Estaba fresco. Desde aquí se podían ver bien las cuestas. Rubens permaneció casi siempre sobre la planicie que se hallaba bajo ellos. La luz de su potente lámpara de carburo captó en la parte oeste de la cuesta un centellear en el aire frío. Desde arriba Ramón veía el cono de luz entre los árboles como un fuego fatuo moviéndose de aquí para allá. La excitación los había cautivado a todos, incluso hasta el vivaz Francisco estaba sin palabras. "¡Ramón, viene aquí, ahora te voy a mostrar algo que nunca vas a olvidar, baja!" La voz de Rubens retumbó en el bosque. Ramón tomó su segunda lámpara y bajó la pendiente. Al otro lado, en el norte, ahora también se veían lámparas, probablemente se había comentado que Rubens se encontraba acá. "Ves los árboles allí abajo, sí, esos, mira las agujas. Ellos saben que van a morir. Las raíces siente el calor del gas. ¡Vas a ver, ahora todo va a pasar muy rápidamente!" La mano de Ramón inspeccionaba el suelo, de la profundidad emanaba por todos lados un calor irreal. Pasaron otra vez al lado de la roca que le había dado a él el tono profundo y ahora el suelo temblaba notablemente. Una mofeta de aire cálido se elevó rápidamente. Todo vibraba y rugía. Ramón conocía ese ruido "¡Rubens, me voy de aquí!" - "¡Sí, vamos! Quiero ir para allá tras, sobre las piedras entre los árboles. ¡Vete con los otros y diles esto! Arriba, en el bosque, alguien agitaba una lámpara, era medianoche: "el muchacho tienen que saber lo que hace" pensó el padre para sí. "Nosotros dos non quedamos acá" y dale a tu Rubens un saludo de tu madre, ella quiere tenerte de nuevo y ahora vete pero te cuidas ¿verdad? Ramón lo encontró a Rubens en duermevela y él murmuro algo incomprensible sobre los malditos árboles, entonces se sentaron y escucharon en la noche. De lo alto descendía de vez en cuando el tronar del volcán, más tarde y repentinamente ya estaban bien despiertos. De la depresión del terreno vino un ruido como si alguien descargara un coche con gravas. Luego se volvió a calmar, empezó un rugido profundo, cayeron piedras, otra vez cayó la carga de piedras y todo vibró.

"Ahora va a empezar" dijo Rubens con un tono como si se fuera a correr el telón. "Nunca he vivido algo semejante" - "Yo tampoco" fue la débil respuesta de Ramón. Olía a quemado. "¡Allí abajo, allí, ahora!" Por debajo del Llano del Banco se levantaban altas llamas, el bosque se quemaba. El ruido de las rocas que eran empujadas crecía cada vez más, el peñasco bajo ellos, estaba continuamente en movimiento pero no había truenos, ni retumbos, era más como un órgano de montaña que estaba entonando lo irrepetible. Al borde de la planicie se estaba hinchando una bola de fuego, con un silbido agarraron fuego los pinos, por un momento se mantuvo el fuego circular colgado entre los árboles, luego se quebró y se cayó. Las llamas crecieron otra vez en lo alto y a través del bosque se movía hacia arriba, a veces velozmente a veces más tarde más despacio, una franja ardiente. Un humo espeso envolvió a los dos observadores, entonces empezó a cambiar otra vez el viento. La grieta se movió unos buenos 100 metros hacia el centro de la planicie y se propagó visiblemente. El bosque se quemaba y el calor se hizo insoportable. Aquí estaba brotando con mucha velocidad lava clara y candente de la grieta, e inundaba en todas las direcciones, fluía alrededor de los troncos de los pinos, hacía olas de un lado para el otro como si fuera agua, salpicó hacia arriba y como si la masa se estuviera orientando se arrojó de repente hacia la cuesta donde fluyó y fluyó. Ahora las fuentes disparaban en lo alto. En la cuesta se había formado un pequeño lago. Más tarde se quebró el subsuelo y una lluvia de chispas se derramó más allá del lago y de sus bordes. Y otra vez desde la grieta surgió un aluvión de lava clara y candente que llevaba a cabo la danza de orientación para luego deslizarse en la profundidad. El borde se estaba partiendo cada vez más y se pudo ver el interior de la grieta que también se había abierto por debajo.

Rubens y Ramón se habían dirigido atrás de las rocas de la cresta y trataban de seguir el desarrollo entre la piedras. Tuvieron suerte. El viento empujó el calor en dirección noreste y ahora estaba aumentando. Él barrió las lenguas de fuego hacia arriba, donde el padre de Ramón y Francisco se habían tenido que quedar. Pronto empezó a quemarse allí el bosque.

Al alba los dos divisaron un lago de lava en continuo crecimiento que fluía sobre los quebrados cantos. Más abajo la corriente ya había encontrado su camino y apisonaba hacia San Nicolás.

En este momento todo se estaba quemando al lado del río. Las columnas de humo mostraban el curso del inicio de la extinción de toda una franja entera de campo.

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Grieta en Llano del Banco con la última chimenea de la erupción del San Juan, de la corrían increíbles cantidades de masas de lava.
Fotos: Reiner Flierl

Mientras Carlo nos cuenta sus aventuras del San Juan, por las tardes giro la "Webcam" en dirección Cumbre Vieja, donde todo esto succedio.

Traducido del Alemán al Español por Silvina Masa


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