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Diario de la erupción del San Juan, narrado por Carlo


              


Hoy es el 27 de junio de 1949 - San Juan

En la mañana del 25 de junio había salido un grupo de gente de Brena para buscar a Rubens.

El padre de Ramón se había tomado como una obligación buscar al hombre porque su conciencia palmera le reclamaba por ese forastero loco. Quizás habían contribuido los relatos de Ramón para sentirse responsable por el compañero de camino de su hijo. Y a parte de eso Ramón tenía que cobrar los prometidos 50 $.

Cuando Ramón y su padre, luego del descenso del 24 de junio, llegaron a la pista en el Roque Niquiamo, llegó la Guardia Civil al encuentro. Interrogaron a Ramón sobre el paradero de Rubens, pero no le sacaron mucho porque él estaba agotado. Ellos habían descubierto el choque en los Campanarios y se lo habían llevado. La relación con Ramón les era conocida. Era poco común llevaran al padre y al hijo en su coche y los condujeran hasta la finca en Brena. Ramón se fue de una a la cama. El padre habló con la Guardia Civil y aseveraba que Ramón había actuado contra sus instrucciones. Salió a la luz que Rubens era inglés. Él había tomado prestado el coche de un amigo en Puerto de La Cruz y se había ido para La Palma. Evidentemente disponía de mucho dinero. Su identidad había sido recientemente controlada. Él no tenía un permiso de residencia para La Palma, estaba registrado por la policía en Tenerife. La Guardia Civil rechazó toda colaboración en acciones de búsqueda debido a que Rubens había desacatado sus órdenes. No tenían ninguna objeción contra una iniciativa privada con aviso.

A la mañana se habían presentado siete hombres, decidieron llegar hasta El Fraile en grupos de tres. Dos grupos iban del refugio este y oeste a La Barquita en dirección a Los Charcos. Allí querían reencontrarse. El otro grupo quería encontrar Un camino entre Nambroque y las Malforadas. En ese grupo había un vecino de Las Manchas, quien también se había alojado en Brena, Ramón y su padre. Tomaron el camino hacia el agua fría entre el Montaña de la Morcilla y el Nambroque. La fuente estaba seca. A lo largo del pie del Nambroque siguieron para arriba en dirección a El Fraile. En muchos sitios las avalanchas de cantos rodados habían enterrado los senderos. En la parte oeste del Nambroque descubrieron una grieta profunda en la montaña que iba hasta el pie del Fraile. Siguieron la grieta con una distancia prudente y atravesaron la zona peligrosa en la parte baja de la pendiente del Fraile hacia arriba. Entretanto, ya se habían encontrado los otros dos grupos en Los Charcos y continuaban el camino alto hacia el sur.

Todo estaba tranquilo en la montaña. El ligero viento del noreste movió algunas nubes hacia la cuesta. Cada tanto chasqueaba el interior de la montaña, algunas veces se escuchaba grave, otras, como el lejano quebrar de un asta gigante. No cesaban de caer piedras estrepitosamente al valle. Esperaron en las alturas a que ambos grupos se juntaran. Más abajo, contaban que la cresta estaría fracturada en varios puntos. El padre de Ramón decidió que dos hombres deberían ir hasta la orilla del Fraile, los otros, debían encontrar un camino en el flanco oeste y mantener una distancia de aproximadamente 50 metros; él tomó la delantera. Todos los antiguos senderos, más o menos, habían desaparecido. Antes de cada paso, él hundía su vara en la rocalla. Continuamente se desprendían piedras y cenizas. Después de una hora le habían dado la vuelta al Fraile.

Delante de ellos, sobre el dorso de la Cumbre Vieja, había un agujero anguloso, el cual a intervalos bufaba y silbaba. Luego voló polvo candente en el aire y una humareda amarilla amarronada que se llevaba el viento de allí. El bosque por debajo, en el oeste, estaba completamente cubierto de cenizas. La montaña se había abierto hacia el este. A pesar de la enérgica advertencia del padre de Ramón, el vecino de Las Manchas se arriesgó ante el precipicio. Las llamas candentes en el abismo le saltaron a los ojos. ¡Azufre! dijo fuertemente a sí mismo, como si quisiera superar el estruendo. El cráter estaba cubierto de una costra amarillenta brillante. En ese momento de calma trató de reconocer el escape y creyó ver una tapa que se levantaba de vez en cuando para que pudiera salir un aluvión de llamas y una humareda. Él creía reconocer un valle cerrado superior y uno más profundo. Entonces, cambió ligeramente el viento. El calor le chamuscó la cara y penetró en sus pulmones. Se paró tambaleándose y tosiendo fue hacia los otros. Lo había alcanzado, él jadeaba y tomaba aire para nuevamente encorvarse debido a una horrible tos. Ni toda el agua junta podía ayudar ahora. Tardaría horas hasta que llegara a recuperarse.

El grupo del Fraile había distinguido algo claro por debajo el nuevo cráter, lo que posiblemente podía ser una prenda de vestir, hicieron señas en esa dirección. El padre de Ramón decidió que un hombre tenía que volver con el enfermo y esperar en el Fraile. Él mismo y Ramón querían descender por la parte norte del cráter. Como ambos en el Fraile no podían ver más, tenía que quedarse un hombre de Brena en el camino de descenso. En realidad era irresponsable llevar a su hijo con él en el descenso pero, primero, a él le tenía más confianza que a un extraño y, segundo, lo quería tener consigo. Se ataron las pieles al calzado, tantearon otra vez el viento y la distancia y, con sus varas, comenzaron a bajar.

Efectivamente se veía algo claro entre una gran aglomeración de piedras. Ramón dijo que había visto un movimiento. "Él yace ahí, ese es él", gritó hacia abajo a su padre, quien ya había abandonado la pendiente y esperaba a Ramón. Por un momento se pararon y miraron desde abajo, unos doscientos metros sobre ellos, al cráter amarillo negruzco, entonces, encontraron a Rubens.
Él se encontraba en un estado razonable y tenía muchísima sed. Ramón tomó cuidadosamente la bota de sus manos. Los ojos de Rubens iban de uno a otro con una expresión de agradecimiento infantil, murmuraba palabras inglesas. Sorpresivamente se asustó: "La cámara, está allí arriba, mi bolso de fotografía, todo está allí, allí, ¡se cayó y por poco se estrella!" - ¿En el cráter? quiso saber el padre de Ramón y giró la mirada. Todo el tiempo había estado tranquilo y ahora brotó una columna de gas hacia el cielo. "Tenemos que tratar de encontrar mi molso" rogó Rubens. "Esperé hasta que se calmó." - "Ves, ahora está bien tranquilo, y señor Rubens o como quieras que te llame, ¡ahora te llevo conmigo! ¿Puedes caminar o te duele algo?" Rubens sacó fuerzas de donde no tenía y se levantó. Él estaba bastante excoriado. Bajar una cuesta sin varas puede causar rasguños.

Ellos hicieron señas al hombre arriba del cráter y tomaron directamente el camino hacia el norte. El ruido del cráter empezó a aumentar otra vez. Cuando llegaron al pie del Fraile, tronó una nueva erupción arriba de la montaña. Los que estaban en el Fraile vieron el principio de un río de lava que próximamente alcanzaría el lugar donde se había encontrado Rubens.

En el camino hacia el refugio se encontraron a los soldados que venían en contra. Ellos debían observar la nueva erupción. Hoy, el 27 de junio, se ha calmado la montaña. El río de lava fue de corta duración. Los soldados informaron que desde el borde del cráter pudieron ver el interior de las llamas incandescentes. Rubens había arreglado con la Guardia Civil para pedir un nuevo equipo fotográfico. Él pasó hoy a la noche con su coche para dar las gracias y preguntar a Ramón, si él, el 29 de junio, o sea pasado mañana, quería ir otra vez con él para arriba.

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Cráter sur del Duraznero. Aquí comenzaron las erupciones del San Juan. De fondo, el Deseada.

Traducido del Alemán al Español por Silvina Masa


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